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- ¿La religión es un insulto para la dignidad humana?
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Conejito de la chistera
martes, 26 de marzo de 2013
Me alegra saber que hubieron personas interesadas y que además
le gustaron leer la anterior y primeriza portada de este blog, (les doy gracias
por darme los ánimos en escribir otra entrada) que simplemente creé por impulso
a mostrar ciertas opiniones y experiencias que se han ido creciendo a medida
que aprendía y conocía nuevas opiniones, artículos...y... qué diantres, me iba
mostrando la experiencia del día a día respecto a la sociedad. Puede que
aquesta servidora parezca que viva de observar a su medio; pues no sólo de
ello, como todos, albergo una opinión e interés por el mundo que me rodea, pues
perdonen mi egocentría, sólo soy una chica de unos diecinueve años que
desespera por romper el cascarón y activar el mundo que la rodea.
Después de esta aburrida introducción, empezaré fuerte, si
señor, tocando un tema bastante delicado
(pues hay diversas y numerosos tipos de opiniones sobre el tema, que no
estarían de acuerdo con el comentario que les mostraré más adelante, y aún así,
diré tranquilamente que como cualquier persona, me reservo el derecho de opinar
libremente de lo que me de la gana)
Primero vayamos por términos.
Existen tres tipos de personas; Los agnósticos, los ateos y los
religiosos.
Un agnóstico es una persona que cree que la existencia de Dios
no puede probarse basándose en evidencias al uso, pero que no niega la
posibilidad de que Dios exista. El agnóstico no va tan lejos como el ateo, que
considera que el asunto de la existencia de Dios está zanjado. De hecho, si
ambos vieran un día un arbusto en llamas que hablara y dijera “Soy el que soy”,
el agnóstico empezaría a buscar a ver dónde está la grabadora escondida,
mientras que el ateo se encogería de hombros y se pondría a asar castañas.
Ahora, os mostraré un chiste sacado de mi libro favorito;
“Platón y un ornitorrinco entraron en un bar”, donde nos explica con un buen
ejemplo a donde quiero llegar a parar.
Dos irlandeses colegas de borrachera est´´ en un pub y ven a un
calvo bebiendo solo al fondo de la barra.
-Oye- dice Pat-. ¿Ese de ahí no es Winnie Churchill?
-¡Bah!- responde Sean-. No lo cre. Winnie Churchill no estaría
en un sitio como este.
-Tio- insiste Pat-. Que no es broma. Mírale bien. Juraría que
es Winnie Churchill. Me apuesto diez libras.
-¡Se acepta la apuesta!
Pat se va al final de la barra y le dice al calvo:
-Tu eres Winnie Churchill, ¿a que si?
-Fuera de mi vista, ¡imbécil!- grita el calvo.
Pat vuelve a sentarse junto a Sean y dice:
-Me temo que ya nunca lo sabremos, ¿verdad?
Éste es el razonamiento de un agnóstico, los ateos son otra
cosa muy distinta.
Ya desde tiempos remotos, discutir por la existencia de Dios, o
cuales de ellos es el verdadero, arrastra tanta historia detrás, tantas guerras
y culturas, que incluso filósofos, llegan a la conclusión de que es entrar en
terreno inútil entre unos y otros por la existencia de algo que no podemos
probar la existencia o no de ello (aunque sí, la existencia de esos falsos
dioses con los que el hombre se ha crecido para hacerse con el poder durante la
historia del mundo; como la cristiandad por ejemplo ya que es de las más
generalizadas, que hipócritamente tiene como finalidad el amor entre hermanos
mientras acumulan más y más poder, impidiendo el avance científico,
aprovechando su poder para colarse en cualquier ideal con comentarios sin
lógica alguna, atemorizando al pueblo y excluyendo al que no llegara a formar
parte de sus expectativas como es el caso de la mujer o a los homosexuales).
En mi caso, ya que este es un ensayo personal donde
subjetivamente sumerjo mis ideas libremente, puedo decir que no creo en un
Dios, pero no descarto ninguna idea puestos a que no puedo probar nada. Soy una
agnóstica. No digo no, pero tampoco sí. No rezo, no pido nada a un ser
superior, pero tampoco creo que eso a lo que muchos llaman “Dios”, y esa misma
imagen que ellos dieron al paso de los años
a esa especie de “fuerza” o “energía”, sea casualmente la verdadera.
Una vez, en clase de filosofía, mi profesora comentó una cita
del señor Steven Weinberg donde decía lo siguiente;
“La religión es un insulto a la dignidad humana. Con o sin religión siempre habrá buena gente haciendo cosas buenas y mala gente haciendo cosas malas. Pero para que la gente haga cosas malas hace falta la religión.”
Aquí es donde alegremente os podría representar miles de
ejemplos donde la religión, aprovechándose de las débiles y manipulables mentes
de nuestra inconsciente sociedad, ha llegado a influir de tal manera, en la que
se han visto envueltos en guerras, hambrunas, más y más guerras, pobrezas,
inquisiciones, etc. (¿A que eso no te lo enseñan cuando vas a la catequesis
para hacer la comunión?) Normalmente, (y con esto no quiero decir que sea todo
el mundo) las personas que creen fielmente en la existencia de un Dios suelen
ser tan poco susceptibles a las opiniones ajenas, que simplemente o no
escuchan, o muestran con una burla esas opiniones, o se hacen víctimas de
ellas, o te atacan a cuchillo y fuego hasta que no opines como ellos. Pero eh,
también está el lado de los ateos, que miran con ese odio cada muestra de esas
personitas que simplemente buscan una esperanza y un rayo de luz a sus
problemas, rezando a un ser que quizás, según ellos creen, le servirán de algo.
O que al menos, no se digan no rezaron por lo que quisieron. No. Eso tampoco es
así.
La cosa es simple; si
queremos que la cosa avance, tenemos que respetar toda opinión ajena, ya sean
creyentes como que no lo sean, sean de la religión que sean, crean en lo que
crean, no sois ninguno de vosotros dueños de nadie para criticar
irrespetuosamente los ideales de NADIE. Puestos a que una cosa es opinar, y
otra criticar de mala manera, insultando los ideales diferente a los vuestros
como si lo supierais todo en esta vida (os recuerdo que sólo somos humanos, a
lo mucho que tenemos, es capacidad de
razonar, usar la lógica e imaginar, que tampoco es que no se desarrolle
demasiado en general).
No obstante, la religión es algo demasiado relativo como para
tomar a la ligera. Hay que ser demasiado ingénuo si te crees literalmente todo
lo que te cuenta un libro que quién sabes tú, escribió de verdad, te explica un
cuento con capítulos donde los protagonistas van cambiando. Bien equipado,
claro, con temporadas y todo (dígase que hablo del testamento dando un ejemplo
de la biblia, puestos también podría utilizarlo para más religiones, pero
aquesta es la que más conozco).
-¿Religión?
-Metodista.
San Pedro consulta su lista.
-Vaya a la sala número 28- le dice-.Pero guarde silencio al
pasar por la 8.
Llega otro hombre a las
puertas del cielo.
-¿Religión?
-Baptista.
-Vaya a la sala 18, pero guarde silencia al pasar por la 8.
Un tercer hombre llega a las puertas del cielo.
-¿Religión?
-Judío.
-Vaya a la sala 11, pero guarde silencia al pasar por la sala
8.
-Entiendo que haya salas distintas por las diferentes
religiones- dice el hombre-. Pero ¿porqué tengo que guardar silencio al pasar
por la 8?
San Pedro le responde:
-En la sala 8 están los testigos de Jehová y cree que son los
únicos que han ido al cielo.
De nuevo, sacado de “Platón y un ornitorrinco entran en un
bar”, un chiste donde quería mostrar lo dicho anteriormente.
Si no podemos hacer pensar y creer a otras personas lo que
nosotros creemos, deben creer a nuestro juicio. ¿Porqué no mejor mostramos un
respeto a la opinión ajena? Claro está, denunciando aquellas cosas que nos
resulten inmorales, como presentando los miles de millones que podría costar el
majestuoso palacio del Vaticano, cuando hay tantas y tantas personas
desfalleciendo de hambre.
Quizás, si opináramos correcta y respetuosamente aquellas
personas que queremos que nos escuchen, comenzarán a hacerlo. Quizás entre
todos no lleguemos a una realidad verdadera, y puede que el ser humano a veces
necesite creer de una mágica esperanza que le hagan creer que tienen una
segunda oportunidad al morir, o que hay algo que los están protegiendo o les
ayudarán cuando estén en apuros a ellos y a sus seres más queridos. Que
recibirán una recompensa por el esfuerzo hecho. En resúmen; hay personas que
necesitan de ese rayo de luz, aunque sea imaginario, para poder caminar sin
miedo sobre los caminos de la vida.
¿Por Qué entonces, vamos los demás a arrebatarle nosotros ese
rayo de luz si es que lo necesitan al igual de qué necesidad tenemos de que nos
cieguen a nosotros con sus historias fantásticas sobre esos mágicos rayos de
luz que ven y de quienes los están alumbrando?
pero al menos, entre todos podamos llegar a un “acuerdo”, en el
que pacíficamente, creyentes, agnósticos u ateos, convivamos en paz y en
armonía, ¿porqué no?